Trabajando como guardia de seguridad de un sanatorio, no sospechaba que algún día tendría que usar un arma. Al principio, la niebla blanquecina que había descendido no suponía ningún peligro. Pero después de unas horas se escuchó un aullido y este aullido no parecía un animal. Los monstruos que saltaron de la niebla lo confirmaron.